Sitio específico - Mercedem Folium

Sitio específico: proyecto personal surgido a partir de un residencia artística en el barrio de la Merced, Casa Talavera. (Algunos de estos resultados han sido producto de largas discusiones con los otros dos residentes; Paola Cabrera y Jorge Villanueva)

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Nombre: César Cortés
Ubicación: Mexico

10.01.2006

Diableros

Como la cosa de los acuerdos va lenta, y yo cada vez estoy más entrado con lo que pasa afuera -quizá cada quién está preocupado de manera individual por ello-, y un poco desesperado al ver que el trabajo avanza muy poco a poco, he optado por dar algunos paseos por el mercado y las calles aledañas los días en los que no hay reuniones grupales -no puedo comprender cómo no nos hemos prestado como colectivo a ir a conversar con la gente, la forma más creativa y antigua de enterarse de lo que le pasa a otro. ¿No tendrá que ver con el temor a mezclarse y con ello desdibujar la identidad de artistillas que nos cargamos? En fin...-.
La sensación luego de una hora de andar por ahí es extraña, porque después de un rato todo toma un carácter distinto. Quizá sea que el calor, la cantidad de gente, de sonidos, de imágenes diversas, le embotan a uno el ánimo. Y sin embargo, a veces creo que esa puede ser la mejor manera de comprender la naturaleza de un lugar, pues cuando tus defensas caen por agotamiento, sucede que percibes de otra forma lo que pasa en el contexto. Comienzas a necesitar contacto, algo que te dé señales sobre un espacio que dejas de entender si te atienes a tus propios referentes.
Así llegué a conversar con algunos diableros de la zona. Al principio desconfiados, sólo soltaron prenda cuando uno de los líderes solucionó que yo no iba sino a platicar con ellos. Les hablé, por supuesto, del proyecto. Entonces todo lo contrario; amables, bromistas, tranquilos, me trataron como a alguien que si bien no pertenecía a su grupo, no tenían por qué atender de manera sumisa o agresiva. En la estratificación comercial de la zona, los diableros son gente sin privilegios. No poseen sino su diablito y su fuerza. Niños, ex-teporochos, viejos, gente recién llegada a la ciudad. Y a pesar de esto, parecen ser personas alegres y con una especie de conciencia de autonomía.
Hablamos acerca de cualquier cosa; el trabajo flojo, la chinga que representa la baja en las ventas para todos y el calor. Creo que también me alburearon sin que me diera bien cuenta. Quedé de regresar con ellos para seguir conversando. Aquí estamos, cuando quieras -dijo uno de ellos.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Ese es el problema, la comprobación de no lograr avanzar como grupo, de no tener la capacidad de llegar a crear un solo proyecto. Creo que finalmente no explotan, cada uno de ustedes, su disciplina ni las capacidades , sino la necesidad de confundirse con su propio proyecto y sus necesidades.
Como ver al otro sin imponer lo propio, como partir de una sola idea comun y desarrollar cada uno lo que puede dar???????
Como ver al otro.
Tu proceso me parece interesante y las posibilidades muchisimas de creación, pero.........

8:53 p.m.  
Blogger César Cortés said...

De acuerdo también. Creo, sin embargo, que el proyecto colectivo avanza según el ritmo grupal. Hay, sí, ideas comunes, descubrimientos compartidos. El problema de los grupos depende también, imagino, de las comunidades fragmentadas de las cuales provenimos. Claro: si el trabajo colectivo se asume como emulación de lo que en todos los ámbitos vivimos, parece francamente un problema insalvable. Porque tan sólo habría que apostarle o a coincidir con alguien por pura suerte (entregados a la providencial "buena onda" o a imponer métodos de trabajo rigidos que limiten el movimiento. Otra opción, creo, es la de apostarle a generar centros de interés definidos sobre los cuales dividir funciones. Ahí es donde coincido contigo; en el hecho de que cada uno de nosotros poseemos virtudes particulares que muy bien pudieran ponerse en el centro. Por supuesto que se ha intentado, y no creo que no hayamos conseguido una mirada más o menos coincidente -más o menos. Pero creo que se trata de un problema de tiempo. Porque para generar un centro de interés definido, hay que cuadrar una mirada sobre la realidad con la que coincidamos, aunque sea mínimamente. Y yo, como en la tan manida frase de Rimbaud, "acomodo a la belleza en mi regazo y la encuentro amarga". Entonces no puedo pensar en términos de mero goce estético. Hablamos de arte público, no de otra cosa. Un tema sobre el que se ha escrito mucho ya. Por eso yo poroponía que revisáramos textos. No para alimentar nuestro deseo de autosatisfacción libresca (que en mí, lo reconozco, es como una especie de enfermedad), sino para comparar lo que otros -gente viva que experimenta una realidad determinada para luego ponerla en un escrito- ha pensado sobre los mismos temas. También propuse que saliéramos a platicar con la gente, buscando exactamente lo mismo que lo buscado en los libros; sentido. ¿No es ese el motor de la cultura, de la cultura viva? Pero veamos. Propuse que leyéramos el texto de Debord sobre teoría de la deriva no para autosatisfacernos al citarlo en alguna inauguración, sino para salir a caminar y encontrarnos con un sitio al que desconocíamos casi por entero, con la gente y sus costumbres. Pero si los otros no desean una cosa así, de tal manera que parezca no haber otra opción sino la de imponerla, pues no tiene sentido. Bien; convenzamos a los otros de que vale la pena plantearse ese tipo de problemáticas para realizar un trabajo como éste, leyendo o no a Debord. Bien, muy bien, pero lleva tiempo. Porque ¿cómo llegar a esta liberación del movimiento en los términos del situacionismo por vía personal, si lo que uno desea en realidad es "crear por amor al arte"? No digo; "imposible", digo; "arduo". Producto de diálogos extensos, de peleas, incluso. Y luego otra: pensemos en alguien que ha desarrollado su actividad artística a expensas de la idea de que posee una mirada privilegiada sobre las cosas. Que es una especie de elegido que observa en el mundo los detalles desde un ángulo de excepción. Casi casi entidad divina, pero ya sin Dios de por medio (a menos que un curador cumpla esa función). ¿Y los otros? Gran decepción cuando nos damos cuenta de que aquello no era sino un límite que nos impedía verlos. Esos otros a los que se supone ajenos a esa mirada artística, pero que más de cerca parecen poseer una mucho más comprometida con lo indeterminado, es decir, con lo sutil. Y para saberlo, hay que salir a descubrirlo... Y si se le descubre, no puedes sino disminuir tus aspiraciones y salir no ya a indicar qué es lo que esos otros deben ver, sino a colaborar en la configuración de una realidad difusa (como se dice en el texto de la "Redefinición de las prácticas artísticas")... Larga discusión.

3:00 p.m.  

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