Arte y discurso

"A título de hipótesis, proponía que el silencio de los relatos no implicaba pérdida alguna, en tanto la generación actual, o una futura, podía volver a experimentar esos mismos acontecimientos del pasado sin necesidad de que se los contaran, por mera combinatoria o imperio de los hechos, aunque tanto en un caso como en el otro la acción sería hija de una voluntad deliberada. Y hasta era posible que la repetición fuera más cabal si no había relato. En lugar del relato, y realizando con ventaja su función, lo que debía transmitirse era el conjunto de "herramientas" con el que poder reinventar, con la espontánea inocencia de la acción, lo que hubiera scedido en el pasado. Lo más valioso que hicieron los hombres, lo que valía la pena que volviera a suceder. Y la clave de esa herramienta era el estilo. Según esta teoría, entonces, el arte era más útil que el discurso."

César Aira / Un episodio en la vida de un pintor viajero.

Sobre espacios indeterminados

La referencia sobre "espacios indeterminados" es más literaria que visual, porque quizá lo que se ve aparenta estar ahí. Con ello tenemos la sensación de que ubica un espacio definido. Pero esto no quiere decir que en lo visual no exista lo indeterminado. Quizá pase sencillamente que lo que no se ve, no está ahí. Por el contrario en el relato todo lo que se cuenta configura un sitio específico que solo puede ser reivindicado por la memoria. Se dice sobre el pensamiento de Maurice Blanchot:

"...abocarse a la obra sin esperanza de concluirla es reencontrar la soledad esencial como espacio indeterminado "sin forma y sin destino", donde todo ha sido dicho y donde todo se repite sin perspectivas de conclusión. Itinerario circular que conserva cierta apariencia lógica por la violencia que la razón aplica a un acontecimiento que se produce en un ámbito donde, por el contrario, ningún acontecimiento es posible porque todo ya ha acontecido, al cual no se puede llegar porque nunca hemos salido de él y que las palabras buscan como el punto sin retorno adonde todo retorna."

http://sapiens.ya.com/blanchot/espacio.htm

Origen

Parece ser que la relación entre el nombre del convento de los Mercedarios y la ubicación del mercado sí es casual. El mercado se trasladó a la zona donde había sido derrumbado el convento en 1868 (a causa de que durante la Reforma se precisaba usar los materiales con los que estaba construida la nave principal), con el fin de darle otro espacio al que antes ocupaba junto a Palacio Nacional en la llamada Plaza del Volador (El corazón de una nación independiente. Compilación; Tovar de Arechaderra, Isabel, et. al. / La ciudad como centro comercial e industrial. Meyer de Cosío, Rosa María. Pag. 57-58. DDF, Universidad Iberoamericana y CONACULTA. México, 1994.)

Es posible la relación con los sucesos relatados por Paul Auster en "Experimentos con la verdad", motor del proyecto de Paola. Un mercado entero ha sido fundado sobre las ruinas de la noción litúrgica de "merced", mercar con seres humanos para redimirles. Hay, pues, un origen indeterminado, -valga decir; casual- en la fundación del lugar.

Mercedarios

Primeras referencias y especulaciones. Encuentro que la orden de Los Mercedarios, cuyo convento se ubicaba en la zona en la que ahora se localiza el mercado, deriva su nombre de la función principal de la orden creada por San Pedro Nolasco, que era la de liberar esclavos cristianos de las manos de los sarracenos. Lo hacían comprándolos, literalmente, dedicándose luego a redimirlos, vestirlos y alimentarlos.

Encuentro a la vez la derivación etimológica de la palabra "merced", cuyo origen viene del latín "merces" que significa al mismo tiempo que 'piedad, campasión, amabilidad', 'precio, salario, recompensa'. La palabra "mercado" guarda relación con ·merc-, tema de merx "mercancía". Puede no ser casual, entonces, la ubicación del mercado, donde antes residía la orden.

El nombre de Mercedarios remite a la función principal de intercambio interpretada como una virtud; comprar esclavos concebidos como objetos, para rehumanizarlos. La mercancía es una concepción que mezcla lo sagrado con lo profano; por un lado se intercambian "mercedes", favores, dádivas; hombres vivos. Por el otro, si no hay intercambio, si el precio adecuado no es acordado, se objetualiza lo que antes poseía una clasificación no utilitaria. Lo humano, sus nececidades, los objetos que le dan sentido a su vida diaria, siguen siendo mercancías.